GONZO
En su cara se dibujó algo raro. No era asombro, sorpresa o atención; sólo los remanentes explosivos de un sentimiento aterciopelado que ocultó.
Tenía ya las pelotas hinchadas de recorrer los tugurios digitales sólo para indignarse una y otra vez, ya sea de la estupidez generalizada ó de su posición nula y miserable en el esquema. De pequeño había sido un soñador, ahora no le bastaba ni con enfermero.
Miraba a gente sonreir, patas volar, zapatillas mancharse. No le sucedió a él, ni a ninguno de los que estaban con él. Puteó una vez más, se agachó y tomó el cable. Sabía que no habría vuelta atrás y que además la generación del ´10 le seguiría siendo detestable.
La relojería se veía mejor oscura. Pero también solitaria. No hubo caso, pensó en desistir, volvió a pensar. ‘Me aburriría’. ¿Entonces?
‘Asesíname’ dijo Gonzo.
Asesìname.