Un hecho es un hecho: los tramposos y los mentirosos prosperan. Y no es debido a la ineficiencia de los ministerios, la burocracia, la falta de una legislación adecuada. Es sólo que hay ciertos niveles de socialización y transacción a los que la justicia no llega. Los docentes difícilmente ganen más que la mayoría de los abogados y son ellos los que nos enseñan a no mentir ni ser tramposos. Hay ciertos abogados que ganan cantidades astronómicas de dinero, y su función es defender a sus clientes, cualesquiera sean las circunstancias y las premisas. Esto implica, en menor o mayor grado, la elaboración de coartadas y argumentos que en gran parte son falsas (sí y sólo sí el cliente es realmente culplable de su cargo). En síntesis, aquellos capaces de burlar hábilmente a una serie de personas son capaces de moverse con libertad en el mundo, aún aquellos sometidos a un proceso de investigación enfocado en lo contrario.
Concluyo, como respuesta parcial a la pregunta que formulé en un principio que SI existe esa vara para medir las mentiras y que mide con razón. No es lo mismo una mentira en manos de un millonario que en manos de un niño de 5 años, simplemente porque este universo funciona con una ley básica que jamás podremos cambiar: Acción-Consecuencia.

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