Fernés Presta.

miércoles, 3 de marzo de 2010 a la/s 3:10 a. m.
Los días se suceden los unos a los otros inexorablemente, para mi locura. Minimizando los passpartús científicos, me atrevo a decir solamente, ¡maldita entropía! Tu flecha del tiempo no cesa en arruinarme.

Y la puta nostalgia, de la cual ya he escrito hasta sangrar, se me presenta como un loop infinito. Estoy harto de rememorar... ¡demonios! Estoy queriendo volver a un estado anterior en el cual no lo hacía. Nostalgia de vuelta.









Jugando un poco conmigo imaginé algo. Supongamos que aquello que viene luego de la muerte no es más que un punto de regresión a algún momento específico de nuestra vida, momento en el cual apoderaríamonos de nuestro ser una vez más y continuaríamos la existencia en una nueva (para nosotros) línea temporal.
Imaginemos ahora nuestra muerte. Y me refiero al evento como suceso, no como recreación de un hecho. Lo estás [muerto], y por azar volvés a tu infancia. Volvés a aquel momento en el que tomabas un juguete y lo desarmabas por primera vez; A esa habitación con un olor tan particular; A tu primera clase... A cuando sea. Y esto es lo que quiero que hagas: especular.
La causalidad mueve todo lo que hay alrededor, compleja y perturbadoramente. Nosotros, como seres con grandes limitaciones en todo el espectro de nuestro funcionar, sólo llegamos a comprender una infinitésima parte de esas relaciones.
Es tanto así que especulando vas a llegar a puertos de increíble curiosidad.
¿Qué sería del basquetbolista si su brazo se hubiera roto robando galletitas?
¿Donde estaría el astronauta, si hubiera fallado en un cálculo?
¿Donde estarías vos, si durante un segundo te sacaran las cuerdas de tirititero?
¿Y las personas alrededor? ¿Cuánto querrías? ¿Cómo lo harías? ¿Dónde estarían?

Especular, inmiscuirse en los caprichos de la causalidad nos abre un mundo terriblemente azaroso. Un mundo donde tanto tus más brillantes deseos como tus más detestables pesadillas son perfectamente reales, y donde te verás con completa, cercana y simétrica apariencia.


...Y yo sé que además de la oscuridad y las arañas, la incógnita te aterroriza.




Ponete objetivo: La manera en que vivís, la ropa que usás, tu ritmo al respirar, el calzado y el estilo de las ataduras de sus cordones, cada ínfima partícula que te compone es producto de todos y cada uno de los hechos que desencadenaste o presenciaste. Sos tu mundo. Aquello que ves, sentís y comprendés respira y se alimenta de vos. Es uno solo, y no puede ser recreado. Quizás por eso este es un experimento tan arriesgado, ya que uno se desapega de su identidad, tanto como de su mundo (dudo que sean algo distinto) y analiza las posibilidades de ramificación, división y alteración de este. Es, casi, como ponerse los zapatos de otra persona y cargar con su vida. ¿Jugaste al Sims? Tené cuidado, no estás sólo bañándolo y educándolo, estás manejando tu pasado, dándole valores a cada uno de los momentos que viviste. Es una experiencia que debe ser tomada con cautela y dureza. O evitada, claramente.

2 Opiniones

  1. lechi Says:

    Cuántas veces apreté los párpados y deseé volver a por eso.

    Pensándolo así, me doy cuenta de la responsabilidad que conlleva el sólo hecho de vivir la vida y hacer lo que sea que se nos cante; y de ahí, la real importancia de la toma de decisiones… aunque uno no anda “decidiendo” todo el tiempo… uno hace. Y es impredecible lo que vaya a pasar a partir de eso. Lo loco no es (para mí) que NOSOTROS alimentemos NUESTRO mundo, sino que a la vez, estemos jugando con la vida de otros, de quién sabe cuántos… y viceversa, como si nuestro porvenir dependa de que un chino se compre una Coca, o mejor una Pepsi (por así decirlo).

    Se requeriría una gran viveza para especular y lograr lo buscado (de estar buscando un resultado determinado)… las cosas se desencadenan (como dijiste) entrópicamente. Yo creo que siempre va a existir ese “pudo haber sido de otra manera”, y la manía de uno de querer ir a manipular la realidad. Pero como humanos, siempre algo se nos “escapa”. Así que, me conformo con mi lugar. O más bien, me quedo acá aunque no me conforme, y sigo, porque la cagada podría ser aún peor (si fuese posible volver). Y también, me quedo acá admirando las historias, las acciones y las reacciones… de existir una ecuación para determinar con precisión el desarrollo de las circunstancias de acuerdo a que perturbación se le aplicase, la vida no sería interesante.

    Siempre insistí con la teoría del caos, y siempre me comí la cabeza. El aleteo de las mariposas ¿viste?. Tempus irreparabile fugit.

  2. Leandro Says:

    No te puedo responder nada a todo lo que decís de imaginate e imaginate, sólo puedo responder a lo otro; quiero decir: coincido con que uno es el producto de todo lo que hizo o presenció anteriormente. Algunas veces me gustaría poder arreglar todo eso, sobre todo las cosas pequeñas que a la larga se ramifican y modelan nuestro futuro. O sea, si hubiese jugado diez minutos menos al cs no hubiese descubierto qué bueno que está y ahora sería un músico de puta madre tal vez, no lo sé. Ese tipo de cosas que te hacen sentir una poronga a veces. No literalmente, por supuesto.

    De todas formas... qué faso berreta que estás comprando.

    Saludos, terrícola.